[Pedro González, “El arte que se expone. Isabel Nazco en el Museo Municipal”, en La Tarde, Santa Cruz de Tenerife, 20 de marzo de 1969, pág. 3.]

¿Ya tienes un diseño en mente? Si prefieres un estilo tipo postal minimalista, o un diseño más editorial; encontrarás una opción increíble para cada elección y necesidad.
La mirada del pintor puede transitar por todos los caminos y detenerse en todos los rincones: penetrar por ejemplo en el entresijo más recóndito y oscuro del hombre o quedar sencillamente en el paisaje para contemplar las últimas luces de la tarde.
La mirada de Isabel Nazco ha querido hoy permanecer en un solar abandonado para hacer compañía a esas máquinas viejas y olvidadas que, como animales eternamente inmóviles, van adquiriendo con el tiempo el color oscuro de la tierra.
Sería complejo buscar la motivación última y auténtica de la preferencia estética. Investigar si esas piezas en desuso recuerdan a la artista determinadas imágenes hipnagógicas o si la pintora buscó incansablemente hasta encontrar unas analogías formales que identificaron su universo de signos.
La realidad no obstante es que se produce de pronto el encuentro y se establece el singular diálogo: un entendimiento, una especie de confesión entre los hierros retorcidos, patinados de óxido por la intemperie y el artista, que ensaya su andadura de asombro y comunicación.
Y las formas de este mundo de deshecho: metales sin grasa, resecos, ásperos y rotos da la impresión que se estremecen de nuevo, como si de nuevo fueran solicitados para algo importante. El arte realiza el milagro. Así están en el lienzo con sus tonos dorados, los rojos y los grises calientes rescatados de su retiro forzoso para cumplir una nueva función.
El pincel no se limita en este caso a señalar las cosas en una actitud puramente objetiva, ni siquiera sentimental, el pincel parece ir más lejos en su intención y cala hondo para modificar el carácter íntimo de las formas, para que así puedan entrar con normalidad en la reserva de preferencias simbólicas del artista.
Y entonces vemos que los volúmenes se hinchan, las aristas se ablandan, las superficies metálicas se conmueven y una tuerca se convierte en ombligo. El paso está dado. La distancia que se abre entre estas imágenes del cuadro y aquellos objetos de la realidad exterior es inmensamente grande.
Recordar los motivos del mundo exterior que inspiran al artista en su deseo de expresarse, que le sugieren de algún modo su pintura, que prestan su aspecto aparencial para revelar un original entendimiento cósmico es una manera habitual y efectiva de entrar en esa región tan difícil del proceso estético.
En el cuadro de Isabel Nazco se advierte un clima cálido, encendido a veces, de sonoridades profundas. El color, la forma, el ritmo que establecen las relaciones parecen entonar una pausada y monótona cantinela mientras todo se dilata y se pronuncia cada vez más en una distención constante, misteriosa y sensual.
Se diría, que un extraño atavismo aflora en estos artefactos jubilados de esquemas geométricos, de volúmenes rígidos y ángulos definitivos, como si buscaran dramáticamente en el clima abierto de la tela la razón de una genética primaria de cuando la máquina era sólo el hombre.
Un misterioso impulso pone en marcha la evolutiva de estas estructuras, de estos seres-objetos en un deseo manifiesto de definirse o de integrarse a otra situación existencial.
De cualquier manera nos debe bastar que esas imágenes hayan establecido un código de comportamiento y afirmen con su presencia un mundo característico, dentro del cual Maribel Nazco establece sus presupuestos visuales. Nos debe bastar, además, porque con la sola contemplación de tal paisaje encontramos la clave.
Es bien conocida la trayectoria artística de Maribel Nazco. Primero, la Academia en Santa Cruz de Tenerife, luego en Madrid donde se gradúa y más tarde la incorporación activa a la problemática del arte actual. Son bien conocidos, así mismo, sus pasos por exposiciones colectivas donde cosecha premios y buena crítica y donde va marcando con seguridad un modo personal de hacer pintura.
Desde el primer momento se incorpora al Grupo Nuestro Arte y comparte en él la idea de un arte lleno de autenticidad que surja por propia convicción y a través de una experiencia personal intransferible. Hoy muestra una hermosa exposición individual en los Salones del Museo Municipal donde cuelga una treintena de obras de su producción más reciente.
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