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Exposiciones

Espacios de disidencia. Tres artistas españolas entre los 60 y 70
ARCO 2024. Galería José de la Mano

Lola Bosshard, Aurèlia Muñoz y Maribel Nazco. Proyecto comisariado por Isabel Tejeda Martín. Para más información

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Maribel Nazco: Pinturas recientes
Galería ATC | Agencia de Tránsitos Culturales. 22 sep - 10 nov 2023
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La pintura de Maribel Nazco se encuentra presidida, a lo largo de su amplia trayectoria, por un carácter decididamente experimental que le ha permitido abrir distintas series y configurar discursos y propuestas renovadoras sin alejarse de una misma calidad expresiva. Su pintura, siempre atenta al ensamblaje, a lo objetual y a lo urbano, ha ido desplegándose y girando sobre sí misma en una amplia variación de motivos que han permanecido fieles, sin embargo, a un mismo lenguaje o a una mima forma de enfrentarse al hecho pictórico. De hecho, la determinación y la violencia de las obras de principios de los años noventa, Iconos de la ciudad, permanecen intactos en series más recientes, Jardín de los desechos, al tiempo que ambas retoman el impulso experimental de su obra metálica anterior, mostrando, así, una coherencia que no deja de sorprendernos. En estas pinturas de Maribel Nazco, en las que ha venido trabajando durante estos últimos tres años, asistimos a un cúmulo de color y sedimentos, como si de la suma de la experiencia vital se tratase, como si el trazo firme de su pincel sostuviese el frágil equilibrio de todo aquello que busca la permanencia.

En esta pintura los protagonistas son fragmentos que gravitan en una suspensión contenida; son formas en desorden que se concilian y se repelen, que se aproximan y se alejan en un delicado descenso hacia un territorio consabido y, sin embargo, ignorado. Los perfiles rotundos ceden, los fondos diáfanos se enturbian; la realidad de las cosas, tan obvia, se torna leve y huidiza. Las piedras se licúan y transforman en nubes de vapor vidrioso; los dardos y las flechas, antes luminosas y gráciles en las manos del héroe, ahora hieren, certeras, la diana del mundo. Y es en esa tensión rabiosa y excesiva en donde reconocemos la fuerza de su lenguaje pictórico, siempre en movimiento e inquieto, violento e inconformista, capaz de entablar conflictos irresolubles. Dardos, lanzas, piedras, nubes o flechas; todos los elementos que se dan cita en estas pinturas últimas de Maribel Nazco no son más que campos magnéticos en los que juegan fuerzas contrarias que, a la vez, se complementan en una continua fuente de atracción y repulsión; la de una Naturaleza que se genera incontenible y, a la vez, se degrada irreversiblemente.
Nada más insólito que unas piedras graviten y unas flechas parezcan fosilizadas y oxidadas en su blanco. Nada más subversivo que intentar traducir, por procedimientos pictóricos, esta desavenencia con el devenir del mundo actual, con unos avances que, incomprensiblemente, provocan daños irreparables en su voraz progreso. De ahí los impulsos evanescentes de esta pintura última, sus breves sobresaltos de tensión extrema, en donde la ensoñación y la lucidez se encuentran frente a frente.
 
 
Isidro Hernández Gutiérrez
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Con motivo de la exposición que la galería Joan de Serrallonga dedicara a la artista Maribel Nazco en marzo de 1979, el crítico Francesc Galí afirmaría que de alguien que se apellida Nazco, «que nominalmente vive en estado de inauguración», siempre se pueden esperar sorpresas. No le faltaba razón al escritor catalán, pues la artista sigue siendo, hoy, un referente de coherencia y perseverancia en el contexto de la escena artística canaria y española. La suya ha sido una de las aventuras creativas de mayor alcance de su generación, tal y como pone de manifiesto esta muestra antológica que reúne desde sus trabajos matéricos y sus primeros metales de finales de la década de los años sesenta, hasta sus pinturas más recientes –todavía hoy frescas, recién salidas del taller– en las que asistimos a un mundo de acumulación de capas de color y sedimentos, como si de la suma de la experiencia vital se tratase; un jardín de los desechos en el mejor sentido de la palabra, pues del tratamiento erótico y objetual del cuerpo en su obra metálica anterior, evoluciona hacia una mirada sobre lo urbano e industrial, en diálogo con la temática de sus primeras creaciones. No será difícil advertir hasta qué punto, tanto en unas como en otras, su obra ha quedado presidida por el carácter decididamente experimental.

 

La obra de Maribel Nazco, flamante Premio Canarias de Bellas Artes (2021) ha sido objeto de atención por parte de la crítica especializada. Sus metales y sus tablas matéricas, comprendidas en el concepto de la escultopintura española por el crítico Carlos Areán y reseñadas por Gillo Dorfles en su libro Últimas tendencias del arte de hoy, la convirtieron en una voz en proyección que abría un notable horizonte de expectativas en el arte español contemporáneo de la década de los años setenta. Bastará para comprobarlo un mero repaso a su presencia en diferentes galerías y otros espacios artísticos de aquellos años, desde las primeras tentativas en el Museo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife (1969 y 1970) como una de las representantes más jóvenes del grupo Nuestro Arte, hasta su paso por el Ateneo de Madrid (1972) o por la mítica Sala Conca (1972); desde su participación en la colectiva Homenaje a Millares de la Galería Juana Mordó (1973), a sus exposiciones individuales en la madrileña galería de arte Ramón Durán (1974), la bilbaína Aritza (1975), la catalana Sarrió (1975), la Galería Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria (1977) o su individual en el Madrid de 1977, en el Centro Difusor de Arte Kandinsky. A estas se suman otras exposiciones de carácter individual, como las celebradas en las salas Boticelli (Gran Canaria, 1978), en la galería de arte Joan de Serrallonga (Barcelona, 1979) y en la galería Leyendecker (Tenerife, 1979), además de otras muestras de carácter colectivo. Esta antológica da buena cuenta de la relevancia de aquel período, a través de un amplio muestrario de la obra realizada entre 1968 y 1983, inicio, desarrollo y final de su travesía escultopictórica que tan buenos resultados proporcionó a la artista hasta que decidiera abandonar los duros ensamblajes en metal para dedicarse a la pintura, a partir de 1985; y, muy especialmente, a la docencia en la Facultad de Bellas de la Universidad de La Laguna, primero asumiendo la dirección del departamento y, posteriormente, en calidad de Decana, entre 1998 y 2004. Más allá de ese primer momento —sin duda el de mayor relevancia—, sería injusta e incompleta una valoración crítica que no comprendiera una visión de conjunto en la que se integrara su pintura posterior, presidida por sus controvertidos Iconos de la ciudad con los que desarrolla una obra que se nutre de la representación ilusoria de objetos metálicos, tratados ahora como naturalezas muertas urbanas. Esperamos que esta mirada retrospectiva e integradora permita descubrir las modulaciones y la coherencia de una obra en permanente evolución.

 

El fotógrafo Jorge Perdomo –pintor de imágenes en blanco y negro de aquella singular generación reunida en torno a Nuestro Arte– la inmortalizó a finales de los años sesenta en una de sus sesiones de trabajo, posando de pie junto a planchas de metal, con gesto seguro y enérgico, y convencida de emprender el proyecto de una obra nada fácil –ni decorativa ni amable–, con elementos escasamente dúctiles y muchas veces abrasivos. Al contemplar desde nuestro presente esa fotografía intuimos que la artista era consciente de aquel compromiso vital que, a la postre, abriría un capítulo de excepción en el devenir del arte realizado desde Canarias.

[Isidro Hernández Gutiérrez, comisario]

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